“Lo que se vivió allí fue completamente amateur. La Federación se lo tomó como un torneo de verano”, relata a EL PAÍS una fuente conocedora de lo que pasó en Inglaterra unos meses antes de la disputa de la Eurocopa del 2022. A menudo, cuando se recuerda la cronología previa al Mundial de 2023, la Arnold Clark Cup cae en el olvido. Pero marcó el devenir de las campeonas del mundo.. Seguir leyendo
Un torneo previo a la última Eurocopa en 2022 empezó a llenar el vaso de las jugadoras, que sufrió el ninguneo de la RFEF y los desaires de Vilda: “Me quería ir a mi casa”, recuerda Aitana Bonmatí sobre una de las épocas más oscuras en la RFEF
“Lo que se vivió allí fue completamente amateur. La Federación se lo tomó como un torneo de verano”, relata a EL PAÍS una fuente conocedora de lo que pasó en Inglaterra unos meses antes de la disputa de la Eurocopa del 2022. A menudo, cuando se recuerda la cronología previa al Mundial de 2023, la Arnold Clark Cup cae en el olvido. Pero marcó el devenir de las campeonas del mundo.. Ocurrió en febrero. La Federación Inglesa invitó a España a la primera edición del torneo. Tenía buen cartel: las españolas, Alemania y Canadá, además de las anfitrionas, que le arrebataron el título a España por diferencia de goles. El resultado fue lo de menos. Muchas de las internacionales que disputaron el torneo cuentan que fue “insufrible”. España se desplazó en autobús en recorridos de más de tres horas —los partidos se disputaron en Middlesbrough, Norwich y Wolverhampton— y en condiciones muy alejadas de la élite. “La gota que colmó el vaso”, remata el primer testigo.. Meses después, España encaraba la Eurocopa como un gigante con pies de barro. A pesar de no haber ganado nada, la Selección estaba entre las favoritas para alzar el título. Pero muy pocos sabían lo que había detrás: la sensación perenne de así no vamos a ganar nada y de saber que, pasara lo que pasara, a la Federación Española (RFEF) le iba a dar igual.. Las futbolistas jugaban con mochila. Y el torneo empezó de la peor forma posible: Alexia Putellas se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda un día antes del inicio de la competición. “Fue un funeral”, desvelaron aquel día a los periodistas en el hotel de la Selección algunos miembros del staff. Ni Jorge Vilda, que acabó llorando, ni las futbolistas se recuperaron de aquel mazazo. Demasiado para un equipo que ya venía roto. España acabó eliminada, a manos de Inglaterra, en los cuartos de final.. Lo que se vivió en aquella Eurocopa bien merece un capítulo aparte. Con encontronazos entre las jugadoras y Jorge Vilda durante los entrenamientos, hasta el punto de que alguna llegó a abandonar la sesión, incapaz de soportar una humillación. Hubo un día que una futbolista concedió una entrevista, al seleccionador no le gustaron sus palabras y se lo recriminó delante de varias personas. Una actitud que ya no chirriaba, que se acabó normalizando. Además de un ambiente deportivo de absoluta anarquía. “Nos decía: ‘Confiad en que tenemos plan A, B, C y D…’ Yo hablaba con Aitana y le preguntaba: ¿tú conoces alguno de los planes?”, confesaba la portera Sandra Paños en la cinta de Netflix #SeAcabó: Diario de las campeonas.. Tras la eliminación, todo saltó por los aires. De la crispación y la frustración de las futbolistas nació el grupo de Las 15. Sus quejas se radicalizaron hasta tal punto que parte del equipo se planteó renunciar a la Selección. Las capitanas trasladaron el sentir del vestuario a Jorge Vilda. Después, a Luis Rubiales. Teniendo en cuenta el organigrama de la Selección, en el que el madrileño desempeñaba, a la vez, el cargo de seleccionador nacional y de máximo responsable del fútbol femenino, tan solo Rubiales tenía más poder que él. Se estamparon contra un muro. Hubo reuniones de Jorge Vilda y parte de su staff con cada una de las futbolistas en Las Rozas que fueron especialmente duras. Sentados en círculo, el entrenador llegó a usar la baza de su familia, aludiendo a su condición de padre y al sufrimiento que les podría acarrear a sus hijos el órdago de las futbolistas. Los meses posteriores fueron un infierno: un vestuario completamente roto, futbolistas anímicamente destruidas y una presión pública sin precedentes.. La situación se resolvió de aquella manera. Algunas futbolistas dieron su brazo a torcer por el deseo de jugar un Mundial que estaba a la vuelta de la esquina y confiando en los cambios que les prometían en la RFEF. Otras se quedaron por el camino. Algunas promesas se cumplieron, otras se olvidaron y lo que verdaderamente acabó por dinamitarlo todo, y provocando cambios reales, fue el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso nada más ganar en Sídney.. Hace unos días, antes de viajar a Suiza, Aitana Bonmatí se abría en canal: “Recuerdo cuando venía aquí, hace años; yo no disfrutaba. Me quería ir a mi casa. Soy sincera. Hay que agradecer los pasos que se dan porque creo que no estamos como hace tres años. Para nosotras era una situación complicada. Lo sufríamos. Por eso también hay que valorar cuando se empiezan a hacer las cosas bien. Y hay que decirlo”, apostillaba. Hablaba de ahora. “Te diría que cualquiera que haya vivido desde dentro estas condiciones… Ahora, es nivel de equipo masculino top. Es algo increíble, pero que ha costado mucho”, refrendaba Alexia Putellas.
Feed MRSS-S Noticias