En 2014, cuatro veinteañeros franceses firmaron una ascensión tan inesperada como técnica y comprometida en la cara oeste del Siula Chico y decidieron bautizarse como el ‘Gang des Moustaches’ (la banda de los bigotes). Eran un equipo sin fisuras, con muchos proyectos de futuro, viajes, escaladas difíciles en mente. Escogieron el Nuptse, una fortaleza de 7.861 metros que custodia el Everest, y se empeñaron en abrir una nueva ruta. Tuvieron que viajar tres veces a Nepal para lograrlo, en 2017, pero su éxito les valió el Piolet de Oro. Tras las celebraciones el equipo se desintegró y de los cuatro jóvenes fenómenos solo Hélias Millérioux sigue enfrascada en el himalayismo de alto nivel. Estos días, a sus 37 años, ha presentado en el Mendi Film Festival de Bilbao dos de sus películas (Nuptse y Los días salvajes) tratando de explicar su filosofía vital, su insaciable sed de montañas.. Seguir leyendo
El francés, Piolet de Oro en 2018, analiza la realidad de la disciplina en alto nivel, un lugar precario desde el punto de vista laboral, social y psicológico
En 2014, cuatro veinteañeros franceses firmaron una ascensión tan inesperada como técnica y comprometida en la cara oeste del Siula Chico y decidieron bautizarse como el ‘Gang des Moustaches’ (la banda de los bigotes). Eran un equipo sin fisuras, con muchos proyectos de futuro, viajes, escaladas difíciles en mente. Escogieron el Nuptse, una fortaleza de 7.861 metros que custodia el Everest, y se empeñaron en abrir una nueva ruta. Tuvieron que viajar tres veces a Nepal para lograrlo, en 2017, pero su éxito les valió el Piolet de Oro. Tras las celebraciones el equipo se desintegró y de los cuatro jóvenes fenómenos solo Hélias Millérioux sigue enfrascada en el himalayismo de alto nivel. Estos días, a sus 37 años, ha presentado en el Mendi Film Festival de Bilbao dos de sus películas (Nuptse y Los días salvajes) tratando de explicar su filosofía vital, su insaciable sed de montañas.. “Cada vez me cuesta más encontrar compañeros con los que ir de expedición”, sorprende Hélias. “La experiencia del Nuptse fue algo traumática (un bloque de roca impactó en la espalda de Hélias durante el descenso y le rompió tres vértebras y cuatro costillas) y finalmente cada uno salió por un lado diferente: Ben formó una familia, Fred sufrió un bajón de motivación…. Si hubiésemos ido al Nuptse con 20 años, nos habríamos matado, por arrogantes. Éramos un equipo y desapareció. Ahora lo que me interesa es escalar en altura, por encima de los 7.000 metros y puede parecer arrogante lo que voy a decir pero hoy en día en Nepal abrir una vía nueva a una cima de 6.500 es como escalar en la cara norte de las Grandes Jorasses, en invierno, como hacer la Gousseault-Desmaison por establecer criterios técnicos. A mí me apetece escalar a mayor altitud, donde hay más compromiso. Y no es nada fácil dar con los compañeros adecuados para afrontar este tipo de retos”, reconoce en un momento dulce para el alpinismo galo, sobrado de grandes apellidos en plena juventud.. Millérioux sufre incluso al contarlo. Es un adicto que no encuentra su dosis de vida. “En Francia hay talento: Benjamin Védrines, Léo Billon, Nicolas Jean, Charles Dubouloz, Symon Welfringer, Jérôme Sullivan… son amigos míos pero son equipos que ya están constituidos y no es fácil cuadrar. También hay gente muy joven pero carecen de experiencia…. Es una situación frustrante, así que hago lo que hacen mis compañeros actuales, que son más esquiadores que alpinistas”. Con ellos cruzó Alaska de norte a sur en un viaje alucinante de casi dos meses tirando de trineo, escalando, esquiando y remando hasta Anchorage.. Hélias Millérioux tras el pase de su película sobre el Nuptse en el MendiFilmFestival de Bilbao.E.MORENO ESQUIBEL (E.MORENO ESQUIBEL). “Lo que me frustra es no poder escalar en altitud, son experiencias que me fascinan, escalar a 7600, 7700, 7800. Tengo un grave problema: no valgo para escalar en solitario y necesito amigos para este tipo de cosas. En Francia, de cada ocho que pasan por el equipo nacional de tecnificación, solo uno sigue una carrera de alpinista. El resto se hará guía o profundizará en actividades paralelas y la mayoría dejará incluso de escalar. Estos equipos, y yo estuve en ellos, es como encontrar el santo grial: tienes reconocimiento, tienes la sensación de que ya estás en la élite, pero es falso, solo acabas de empezar. Para mí, la mejor edad es entre los 35 y los 40, sobre todo porque a los 40 tienes menos ganas de morir”, sonríe.. El recuento de las ascensiones de Hélias resulta abrumador. Es todo un joven veterano plenamente consciente del pulso que mantiene entre deseo y razón; entre acumular experiencias plenas y perderlo todo en una fracción de segundo. “Con 18 años de edad no tenía miedo, era audaz, lo que estuvo bien porque aprendía mucho y avanzaba. Pasan los años, tienes accidentes, traumatismos psicológicos y empiezas a tomar conciencia de lo que supone el alpinismo y de pronto te das cuenta de que lo realmente difícil es soportar estos golpes y no abandonar. Llega un momento en el que la disyuntiva es sencilla: dejarlo o seguir. Es muy difícil alcanzar el equilibrio entre tus ganas de escalar y el miedo a sufrir un accidente, es un ejercicio complicado. En 2017, un amigo murió en mis brazos cuando le alcanzó un bloque de roca. Intenté reanimarle, pero no lo conseguí… la sangre lo cubría todo. Ese mismo año fui al Nuptse pensando que era inmune, que el trauma no me había dejado huella, pero éste me alcanzó más tarde. Así que solo caben dos opciones: seguir o dejarlo. Elegí seguir, pero muchos amigos abandonaron el alpinismo tras el accidente de nuestro amigo”.. “Sé que no merece la pena morir en la montaña, no quiero morir allí arriba, pero nadie piensa que va a perder la vida. El otro día le dije a un amigo: tengo suerte, estoy cerca de los 40 así que no moriré en la montaña”.. La tienda del último vivac de Millérioux y sus compañeros en el Nuptse.Colección Millérioux. Hélias ocupa un tercio del año en su oficio de guiar. Eso le da de comer. Otro tercio lo pasa de expedición. Y la última parte del año la dedica a recorrer festivales de montaña de todo el planeta donde promociona las películas de sus aventuras para satisfacer a sus patrocinadores. Del patrocinio obtiene el dinero para financiar sus viajes. Todo funcionaría a la perfección de no ser por las redes sociales: “No me gustan, las uso a requerimiento de los patrocinadores y soy prisionero de mi Instagram. Tengo siempre la sensación frustrante de que no hago nada con mi vida, de tantas imágenes de gente haciendo cosas que recibe mi cerebro cada vez que entro en la aplicación. Y mi autoestima sufre porque acabo creyendo que estoy malgastando mi vida. Es algo horrible. Y no consigo dejarlo. Solo lo dejaré cuando no tenga patrocinadores. De hecho ya he perdido alguno porque me decía que no publicaba suficiente contenido…. Y yo no estaba por la labor de publicar chorradas cuando me paso un tiempo de locos promocionando películas”. En Francia, reconoce, no hay “más de diez alpinistas que cobren. Es muy triste”.. En 2021, Hélias y Patrick Wagnon escalaron en estilo alpino la arista suroeste del Rakaposhi (7.788 m), todo un descubrimiento para Millérioux: “tenía prejuicios al respecto de las aristas, las veía menos interesantes que las paredes verticales, pero me equivocaba: en una arista no te puedes bajar por un costado, tienes que regresar sobre tus pasos. El compromiso es brutal y es el compromiso lo que hace que el alpinismo tenga grandes historias que contar”. Cabe preguntarse qué se encuentra al final del compromiso, cuando sales indemne, ¿ego? “Sí, todos los alpinistas son egocéntricos y narcisistas, es una realidad, aunque haya niveles de intensidad. En el Rakaposhi, a 7.400 m, llegamos a un plateau (rellano) de nieve ligeramente descendente y me pregunté si debía seguir o dar media vuelta. Me pregunté si al regreso de la cima tendría fuerzas para remontar esa ligera pendiente. Me sentía pequeño, intimidado, pero había un lado sereno, el día era bueno, lucía el sol, todo era bello a nuestro alrededor y es una sensación que me encanta, aunque sé que pasaré miedo caminando en el filo entre vivir o morir. Me siento vivo y siento que adoro estar vivo. Y sé que me dirán ‘si amas tanto la vida, ¿por qué la pones en peligro’? Creo que es una adicción y lo sé porque ahora que no encuentro compañeros sufro, veo que el tiempo pasa implacable”.
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